Rompiendo el ciclo: Lanzan iniciativa de educación alternativa en Chichigalpa

Las opciones de empleo en las comunidades productoras de caña de azúcar del oeste de Nicaragua son pocas. De la misma manera que hay ciudades carboníferas y ciudades petroleras en Estados Unidos, hay ciudades azucareras en Nicaragua. En estos lugares, la pobreza es la norma y faltan recursos, especialmente en educación.

El Occidente de Nicaragua enfrenta actualmente las tasas de prevalencia y mortalidad de Enfermedad Renal Crónica (ERCnT) más altas del mundo. La enfermedad está relacionada con condiciones laborales extremas, como las que se enfrentan en el cultivo de caña de azúcar.

Los jóvenes que crecen en los pueblos azucareros se ven privados de oportunidades educativas y, sin habilidades técnicas alternativas, comienzan a trabajar en los campos de caña de azúcar. Cuando enferman, otros se ven obligados a trabajar, atrapados en un ciclo de pobreza y muerte.

La Fundación La Isla ahora está implementando iniciativas destinadas a alterar el ciclo. Este mes comenzamos a trabajar con el instituto nicaragüense de formación técnica INATEC para certificar a estudiantes de comunidades cañeras en el oficio mecánico.

 

Reina Lira, de 27 años, participa en el primer grupo de un programa de mecánica de INATEC de 6 semanas. Al finalizar el curso, los estudiantes recibirán una certificación que podrán utilizar para solicitar un puesto de nivel inicial como mecánico. Reina es de Paises Bajos, una pequeña comunidad en las afueras de la ciudad de Chichigalpa, Nicaragua, donde se encuentra el ingenio azucarero y la instalación de procesamiento más grande del país.

 

 

De los 15 estudiantes de este primer grupo, Reina es una de las dos mujeres jóvenes. El resto son jóvenes de entre 14 y 25 años, muchos de los cuales han desempeñado distintos oficios en la industria de la caña de azúcar. Todos los estudiantes dijeron tener familiares o vecinos afectados por ERCnT. Mientras se agrupaban para la fotografía, Reina gritó “¡A ver dónde están todas las damas! Ellos también pueden hacer esto”.

 

Anteriormente, Reina trabajó durante dos años como enfermera en los campos de caña de azúcar, atendiendo a los trabajadores que enfermaban o sufrían lesiones. “He tenido tíos que murieron de ERCnT y dos hermanos que han trabajado en el campo. Esta es una oportunidad para superarse en la vida”. Su socio de taller, Luis Rocha, aparece en la foto trabajando en la motocicleta. A sus 20 años ya lleva tres cortando caña. “Ese trabajo es duro”, dijo, “sales quemado, y te enfermas, y en dos o tres días sin darte cuenta te mueres”.

 

 

Reina conduce a casa desde Chichigalpa con su esposo después de clase. Entre el garaje donde imparte sus clases y su casa en Paises Bajos hay hectáreas de campos de caña de azúcar.

 

Reina, una madre orgullosa, trabaja para mantener su hogar para su familia cocinando, lavando ropa y plantando y cosechando maíz. Tiene dos hijos: Claudia, de 9 años y Randy, de 5. Cuando le preguntaron qué quiere ser cuando sea mayor, Claudia dijo: “¡Quiero ser mecánica como mi mamá!”.

 


Reina y su tía Brenda Lira dan un paseo por el camino cercano a sus casas, rodeadas de campos de caña de azúcar. Brenda acababa de regresar de los cañaverales, donde planta caña y la corta para obtener semilla. Quedó viuda por ERCnT y trabaja en el cultivo de azúcar desde hace seis zafras. “Me gusta más trabajar en el campo que en casa”, dijo Brenda. "Es lo que siempre he hecho y lo que siempre haré".

 

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Reina es optimista sobre su futuro y la independencia que le otorga su educación. “Uno debería poder pasar por la vida y comenzar su propio negocio”, dijo. “Cuando me gradúe de mi programa, abriré un pequeño taller aquí para reparar motocicletas en mi comunidad”.

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